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La Gracia De Dios

William MacDonald (Grace of God - english)


Supongamos que Usted hubiera tenido un hijo de seis años y que este hijo hubiera sido el deleite de su vida. Supongamos también que este hijo hubiera sido cruelmente asesinado. ¿Qué actitud tendría hacia el asesino?


Si Usted usara toda su fuerza y poder para matar al asesino por su crimen, eso sería venganza.


Si Usted se sintiese contento con sentarse y dejar que las autoridades civiles enjuicien al asesino y lo condenen a la pena máxima, eso sería justicia.


Pero, si Usted perdonara al asesino y lo invitara a vivir en su hogar, y lo adoptara como su propio hijo, eso sería gracia.


Quizá Usted está diciendo; "Si, pero esa ilustración de la gracia es artificial y muy lejana de la realidad."


Pues, vamos a tomar otra ilustración. Supongamos que Usted hubiera pecado contra Dios. Supongamos también que por la ley de Dios, hubiera sido sentenciado al infierno por su pecado. Si Dios permitiera que la sentencia se cumpliese, no podría quejarse porque estaría recibiendo justamente lo que merecía según la ley divina.


Pero, ¿qué pensaría si Dios mandara Su único Hijo para morir en su lugar como su Sustituto, pagando así la pena que sus pecados merecen? Y ¿qué pensaría si Dios le ofreciera vida eterna como un regalo si Usted recibiera a Su Hijo como su Sustituto? Y ¿qué pensaría si Dios le ofreciera hacerle Su hijo y llevarle a Su hogar celestial para vivir con Él por la eternidad?


¿Cómo se llamaría esto? Só1o hay una palabra para describir semejante cosa. Esta palabra es GRACIA.
 

Y eso es exactamente lo que Dios está haciendo. Esta ilustración es válida porque es verdad. Dios está mostrando un favor ilimitado a viles pecadores que creen en Su Hijo, Jesucristo. Para poder entender la gracia de Dios, haremos cinco declaraciones, y después explicaremos cada una detalladamente.
 

1. La Gracia es el favor inmerecido de Dios hacia pecadores que merecen lo contrario.
2. La Gracia de Dios ofrece la salvación como un regalo a todos los que depositan su fe en Su Hijo, Jesucristo.
3. Dios puede mostrar gracia a los pecadores porque el Señor Jesucristo murió como el Sustituto de ellos en la cruz del Calvario.
4. Nadie puede ganar, merecer o comprar la gracia, ni en parte ni en su totalidad.

5. La Gracia de Dios no tiene limites.
 

Primeramente; la gracia es el favor inmerecido de Dios hacia pecadores que merecen lo opuesto.


Esto es muy importante. El hombre no merece ser tratado bien por Dios. No hay nada en el hombre que obligue a que Dios le trate con gracia. Usted no puede exigir nada del Señor. Si Dios decide mostrar favor a los hombres, la razón no se encuentra en ellos, sino en el Todopoderoso. La gracia de Dios está orientada a pecadores. Note cuidadosamente este punto. No está orientada a las buenas personas, ni a las personas rectas, ni a las personas morales. Por su propia naturaleza, la gracia siempre corre desde arriba donde está Dios al impío. La gracia sólo puede operar donde hay pecadores culpables y condenados. "La gracia no está buscando buenos hombres para aprobar porque no es la gracia sino la justicia que aprueba la bondad. La gracia busca al condenado culpable que no pronuncia palabra en su defensa, para salvar, para santificar, y para glorificar." C.I. Scofield.


Los pecadores no merecen el favor de Dios. Ellos merecen lo contrario. "La paga del pecado es la muerte" (Romanos 6:23). Según todas las leyes de la justicia divina, el pecador debe morir por sus pecados y pasar la eternidad en el infierno. Entonces, la gracia de Dios significa bondad para los que merecen el castigo. El segundo hecho que se debe recordar es este. La gracia de Dios ofrece la salvación como un regalo a todos los que depositan su fe en Su Hijo, Jesucristo.


La salvación significa estar libre de la pena y el poder del pecado en esta vida, y estar libre de la presencia del pecado en la vida venidera. Dios ofrece esta libertad como un regalo gratuito. Esto significa que no hay ningún precio, ni coste involucrado. El hombre simplemente recibe todo esto de las manos del Dador.


Para recibir este maravilloso regalo de la gracia de Dios, uno solamente debe creer en el Señor Jesucristo; aceptar al Salvador como su Sustituto; entregar el bienestar eterno de su espíritu, alma y cuerpo en las manos del Señor; creer que Cristo murió por é1 en el Calvario; y aceptar al Señor Jesús como la única salvación que Dios ofrece. En el momento que hace esto, es salvo por la gracia de Dios.


Esto nos lleva al tercer punto. Dios puede mostrar esta gracia a los pecadores porque Jesucristo murió en la cruz como Sustituto de ellos. No sería justo si Dios simplemente no tomara en cuenta el pecado del hombre. Ni sería justo si Dios simplemente lo justificara. La ley divina demanda que la persona que peca tiene que morir por esos pecados. Esta ley tiene que cumplirse.


Sin embargo, si el hombre mismo tuviese que pagar el castigo de sus pecados, perecería eternamente.


¿Cómo, pues, puede Dios salvar al pecador a quien ama, y a la vez cumplir Sus propias leyes? La respuesta es que Dios mandó a Su Hijo perfecto para morir en el lugar del pecador. El Señor Jesucristo pagó el precio que el hombre debería haber pagado. Él tomó el castigo de los pecados de otros. Él sufrió la muerte que nosotros merecemos Ahora que todas las demandas de la justicia divina han sido cumplidas, Dios puede ofrecer la  vida eterna a todos los que reciban a Su Hijo como Señor y Salvador.

 

La muerte, sepultura y resurrección del Señor Jesucristo provee la base de justicia sobre la cual Dios puede salvar al indigno pecador que desea ser salvo. El cuarto punto es este. Nadie puede ganar, merecer o comprar la gracia, ni en parte ni en su totalidad. Por esta razón la Biblia siempre hace contraste entre la gracia y la ley, las obras y la deuda.
 

Bajo la ley, el hombre recibe justamente lo que merece. Por ejemplo, los Diez Mandamientos prometieron la continuación de la vida sobre la tierra para los que obedecieran y la muerte para los que desobedecieran.


El principio de las obras significa que el hombre recibe un sueldo como el pago por su labor. Tiene derecho a su sueldo porque se lo ganó. De la misma manera, la idea de una deuda es la de una persona debiendo algo a otra persona Como el pago por su servicio.


¡Pero la gracia es completamente lo contrario!
 

No son los que guardan la ley a quienes Dios salva. Si una persona pudiera guardar los Diez Mandamientos, no tendría necesidad de la salvación. La gracia salva a los que rompieron la ley y están, consecuentemente, en peligro del infierno.
 

Tratar de ganar, merecer o comprar la gracia es un insulto al Dador. Imagínese que fuera invitado a un banquete en el palacio presidencial por el Presidente de su país. La mesa está llena de las comidas más exquisitas. Todo fue hecho para asegurar una noche de disfrute. Después de una noche inolvidable, el Presidente le está despidiendo. ¿Qué hace Usted? Al despedirse del Presidente, ¿le pasa una moneda y dice; "Muchas gracias por una noche inolvidable. Sé que le costó mucho dinero y yo quiero ayudarle a pagar la cuenta"?


¿Es esta una respuesta apropiada por su bondad? Al contrario, es un insulto y un gesto grosero. Lo mismo pasa con la gracia de Dios. Tratar de comprar la gracia seria un insulto a Aquel que la ofrece.


"Oh, no traiga precio, Su gracia es libre, A Pablo, a Magdalena, a ti."


En el momento que se añade términos o condiciones, la gracia deja de ser gracia. "Y si por gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no es gracia. Y si por obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya no es obra" (Romanos 11:6).


¡Ahora el punto final! La gracia de Dios no tiene límites.
 

¡Piense en el precio que Él estuvo dispuesto a pagar para salvar su alma culpable y la mía! Él dio a Su único Hijo. Só1o Dios haría eso.


¡Piense en las personas que Él salva! Pecadores hasta lo más profundo: rameras, adúlteros, fornicarios, mentirosos, engañadores, asesinos, incrédulos, ateos, e hipócritas religiosos.
 

¡Piense en la paciencia que Él demuestra! Por muchos siglos Él ha recibido insultos y rechazos. Sus mensajeros han sido apedreados y perseguidos. Su hermoso Hijo fue crucificado y traspasado. Sin embargo, donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia. Y aún, Él pregona las buenas noticias de la salvación. "Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo" (Hechos 16:31).


¡Piense en la posición a la que Él eleva al pecador que cree! Él lo convierte en hijo de Dios, un heredero de Dios, y coheredero con Cristo. Dios le salva del pecado, la muerte y el infierno y le prepara para habitar en la mansión celestial, para estar con Cristo y ser como Cristo para siempre. Con razón la gracia de Dios ha sido la inspiración de poetas y artistas, de príncipes y peones, de mártires y ladrones moribundos. Es el más grande de todos los temas. 

 

La Grandeza de Dios


"Sus pensamientos de Dios son demasiado humanos." Lutero Si pensamos de Dios como si fuera solamente un ser humano como nosotros, no apreciaríamos mucho Su gracia, Pero, si tenemos grandes pensamientos de Dios, nos resultaría maravilloso saber que Él mandó a Su Hijo a morir por nosotros. Cuanto más entendamos la grandeza de Su persona, más le adoraremos como el Dios de toda gracia.


Considerando Su grandeza, primeramente establecemos que Dios nunca fue creado. Él creó todo; sin embargo, Él no tiene ni principio ni fin. Él es el Dios eterno (Deuteronomio 33:27).


Dios está solo en Su grandeza. No hay ningún otro como Él. "¿Quién como tú, oh Jehová, entre los dioses? ¿Quién como tú, magnífico en santidad, terrible en maravillosas hazañas, hacedor de prodigios?" (Éxodo 15:11)
 

Él está tan arriba de la tierra que los hombres que nos parecen muy importantes a nosotros, son muy pequeños para Él. "Él está sentado sobre el círculo de la tierra, cuyos moradores son como langostas; é1 extiende los cielos como una cortina, los despliega como una tienda para morar. Él convierte en nada a los poderosos, y a los que gobiernan la tierra hace como cosa vana" (Isaías 40:22-23).

 

Aun las naciones del mundo son insignificantes para Él. "He aquí que las naciones le son como la gota de agua que cae del cubo, y como menudo polvo en las balanzas le son estimadas; he aquí que hace desaparecer las islas como polvo... Como nada son todas las naciones delante de é1; y en su comparación serán estimadas en menos que nada, y que lo que no es" (Isaías 40:15,17).
 

Él es "el bienaventurado y solo Soberano, Rey de reyes, y Señor de señores, el único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver, al cual sea la honra y el imperio sempiterno. Amén" (1 Timoteo 6:15-16).


"Semejante Ser merece nuestra reverencia y adoración. Él es Único en Su majestad y excelencia, inmaculado en Su perfección. Él sostiene todo, pero es independiente de todo; Él da a todos pero no es enriquecido por nadie" Seleccionado. Dios es autosuficiente (Hechos 17:25). Él no tiene necesidad de nada ni de nadie fuera de sí mismo. Tiene todo en sí mismo por lo que jamás podría necesitar para Su gozo y satisfacción. Él es completamente independiente de todos.
 

No solamente eso, también es imposible que Él tenga obligación a ninguna de Sus criaturas. Él no debe nada a nadie, ni tampoco es posible que el hombre haga algo que obligaría que Dios le recompensara. Todo lo que Dios hace para Sus criaturas es pura gracia. Porque "¿quién le dio a é1 primero, para que le fuese recompensado? Porque de é1, y por é1, y para é1, son todas las cosas. A é1 sea la gloria por los siglos. Amén." (Romanos 11:35-36)


La sabiduría de Dios es inescrutable. No hay nada que Él no sepa, sea del pasado, presente o futuro "Pues aun vuestros cabellos están todos contados" (Mateo 10:30). "¿No se venden cinco pajarillos por dos cuartos? Con todo, ni uno de ellos está olvidado delante de Dios" (Lucas 12:6).


Nadie jamás enseñó a Dios ni le dio consejos. “¿Quién enseñó al Espíritu de Jehová, o le aconsejó enseñándole? ¿A quién pidió consejo para ser avisado? ¿Quién le enseñó el camino del juicio, o le enseñó ciencia, o le mostró la senda de la prudencia?" (Isaías 40:13-14). "¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero?" (Romanos 11:33-34). Al contemplar la sabiduría de Dios el salmista dijo, "Su entendimiento es infinito" (Salmos 147:5).
 

Nada puede ocultarse de Dios "Antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta" (Hebreos 4:13). "Tú eres Dios que ve" (Génesis 16:13).


No hay nada olvidado por Dios con la excepción de las cosas que Él decide olvidar, es decir, los pecados de aquel que confía en Jesús (Hebreos 8:12). Dios es sobre todo. "Tuya es, oh Jehová, la magnificencia y el poder, la gloria, la victoria y el honor; porque todas las cosas que están en los cielos y en la tierra son tuyas. Tuyo, oh Jehová, es el reino, y tú eres excelso sobre todos. Las riquezas y la gloria proceden de ti, y tú dominas sobre todo; en tu mano está la fuerza y el poder, y en tu mano el hacer grande y el dar poder a todos" (1 Crónicas 29:11-12). "Jehová Dios de nuestros padres, ¿no eres tú Dios en los cielos, y tienes dominio sobre todos los reinos de las naciones? ¿No está en tu mano tal fuerza y poder, que no hay quien te resista?" (2 Crónicas 20:6).


Dios es soberano como Señor sobre toda la creación (Salmos 135:6). Esto significa que Dios puede hacer lo que Él desea. "Nuestro Dios está en los cielos; Todo lo que quiso ha hecho" (Salmos 115:3). Nadie tiene el derecho de cuestionar Sus motivos o Sus acciones. "Él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces?" (Daniel 4:35). No hay lugar para las quejas contra Dios porque Él siempre es justo y verdadero. "Siendo infinitamente elevado sobre la criatura más alta, Él es el Altísimo, Señor de los cielos y la tierra. Sujeto a nadie, influenciado por nadie, absolutamente independiente, Dios hace lo que Él desea, sólo como Él desea, siempre como Él desea. Nadie puede frustrar Sus deseos. Nadie puede impedirle" Seleccionado. Dios nunca cambia. "El que es la Gloria de Israel no mentirá, ni se arrepentirá" (1 Samuel 15:29). Él tiene que cumplir Su promesa. "Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. Él dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?" (Números 23:19) "Porque yo Jehová no cambio; por esto, hijos de Jacob, no habéis sido consumidos" (Malaquías 3:6). "En el cual no hay mudanza, ni sombra de variación" (Santiago 1:17).


Dios es absolutamente santo. Él odia el pecado. Él no puede aprobar el pecado ni dejar que el pecado no sea castigado. "Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en é1" (1 Juan 1:5). "Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria" (Isaías 6:3). "Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio" (Habacuc 1:13).


La indescriptible santidad de Dios es mejor vista en Su tratamiento del pecado en la cruz del Calvario. Allí no fue cuestión de un pecador muriendo por los pecados que é1 mismo había cometido, más bien fue el caso del perfecto Hijo de Dios muriendo por los pecados de otros. Sabemos que Dios tiene que derramar Su ira contra todos los que han pecado. Pero ¿cuál sería la actitud de Dios en cuanto al pecado cuando Su Hijo carga los pecados de otros sobre sí mismo?
 

¿Castigaría Dios al Hijo de Su amor? Sabemos la respuesta. La santidad de Dios es tan inmensa que Dios desamparó al Señor Jesús durante las tres horas cuando el Salvador estaba muriendo como el Sustituto por los pecadores. ¿Quién de nosotros puede comprender tal santidad?


La grandeza de Dios también se ve por el hecho de que Dios es todopoderoso. "Que de Dios es el poder" (Salmos 62:11). Su poder se ve en la creación. Tan grandes son los cielos llenos de estrellas que nadie los puede sondear. "Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, La luna y las estrellas que tú formaste, digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de é1 memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites?" (Salmos 8:3-4). El poder de Dios también se ve en que Él sostiene el universo, los planetas, los hombres, los animales, la vegetación, todo es sostenido por Él. La demostración más grande del poder de Dios fue la resurrección del Señor Jesús de entre los muertos. "...la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos" (Efesios 1:19-20).


Dios es fiel (1 Corintios 1:9). Sus promesas no pueden fallar. Los que en Él confían nunca corren el riesgo de ser desilusionados. En realidad, es imposible confiar en Él y después lamentarlo porque Él siempre cumple Su Palabra. "...porque nunca decayeron sus misericordias, nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad" (Lamentaciones 3:22-23).
 

Dios es bondadoso (Nahúm 1:7). Su bondad se extiende a todos. Aun si dejara que todos los hombres murieran en sus pecados, esto no indicaría nada en cuanto a Su bondad. "¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno?" (Mateo 20:15).


Dios es paciente y sufrido (Romanos 2:4). Él aguanta los ataques de los paganos y escépticos, devolviendo bien por mal.
 

Dios es misericordioso. "Porque grande es hasta los cielos tu misericordia, Y hasta las nubes tu verdad" (Salmos 57:10). "Porque como la altura de los cielos sobre la tierra, engrandeció su misericordia sobre los que le temen" (Salmos 103:11). El amor de Dios es infinito (Efesios 3:18-19). No tiene limites, ni anchura, ni profundidad, ni altura. Su amor paga el precio más alto. En la cruz del Calvario, aprendemos de la manera más amplia que "Dios es amor." El amor de Dios es imparcial, universal y altruista. Nada puede separar a Su pueblo de Su amor (Romanos 8:35-39).
 

Dios es tan grande que nunca será comprendido por Sus criaturas. "¿Descubrirás tú los secretos de Dios? ¿Llegarás tú a la perfección del Todopoderoso?" (Job 11:7-9).


Dios es demasiado grande para la mente humana. "Su grandeza no puede ser concebida... Él es más grande que todo idioma, y ninguna palabra puede describirlo. Sólo podemos pensar en Él como el Ser cuyos atributos y grandeza están más allá de la comprensión y aun de los pensamientos" Novatian ¡Cuán maravilloso es que tal Gran Dios pensó tanto en los hombres y mujeres pecadores que mandó a Su único Hijo para sufrir, derramar Su sangre y morir en su lugar!
 

La Maldad del Hombre         

 

Para poder apreciar la gracia de Dios, no sólo es preciso tener grandes pensamientos sobre Dios, sino además tenemos que entender algo de la maldad del hombre. Tal como nuestros pensamientos de Dios se inclinan a ser demasiado humanos, nuestros pensamientos del hombre se inclinan a ser demasiado divinos.

 

La Biblia pinta un cuadro muy oscuro del hombre, y si somos honestos con nosotros mismos, tendríamos que admitir que este cuadro es fiel a la realidad. El hombre es un pecador impío. Es su condición desde su nacimiento. Él se apartó desde la matriz. Se descarrió hablando mentira desde que nació (Salmos 58:3). En su infancia no hace falta enseñarle la maldad, pues la hace por naturaleza. Pero sí hay que enseñarle a hacer lo bueno durante toda su vida (Proverbios 22:15).


El hombre es un pecador por naturaleza y por sus hechos (Romanos 3:23). Lo que el hombre es en su interior y lo que hace son igualmente pecado, y lo que es en su interior es peor que lo peor que jamás haya cometido. En é1 yace un pozo de corrupción, un infierno de iniquidad, una caldera de pecado.


Sus pensamientos secretos le causarían vergüenza si fueran revelados (Mateo 15:19). No podría publicar un libro de sus pensamientos más íntimos porque la ley no lo permitiría por obsceno. No le gustaría andar por una hora llevando escrito en un cartel su pensamiento más vil de la última semana. Por siglos los hombres han escrito sus viles pensamientos en las paredes de lugares públicos, revelando así la depravación de su corazón.


Hay una gran diferencia entre lo que todo hombre es y lo que é1 quiere que la gente piense que es. Él no quiere que la gente conozca como es en realidad, por lo tanto se pone máscaras. Su persona es lo que es en realidad, Su personalidad es lo que él quiere que la gente piense de é1. 

 

Por eso el hombre es un hipócrita. Alguien dijo que el hombre es lo que es en la oscuridad. Dios dice: "Los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas" (Juan 3:19).


Cuando el hombre ve faltas, fallas y pecado en otros, le parece asqueroso y repugnante. Pero cuando é1 comete el mismo pecado, no le parece tan mal. "¿Y piensas esto, oh hombre, tú que juzgas a los que tal hacen, y haces lo mismo, que tú escaparás del juicio de Dios?" (Romanos 2:3).


Esta culpa de pecado se extiende a toda la humanidad, a todos los nacidos de padre y de madre. "No hay justo, ni aun uno; No hay quien entienda, No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno" (Romanos 3:10-12).


No solamente se extiende a toda la humanidad, también se extiende a cada parte de su ser, su garganta, su lengua, sus labios, su boca, sus pies, y sus ojos. "Sepulcro abierto es su garganta; Con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios; Su boca está llena de maldición y de amargura. Sus pies se apresuran para derramar sangre. Y no conocieron camino de paz. No hay temor de Dios delante de sus ojos" (Romanos 3:13-18).


El hombre peca contra su Dios, contra su vecino, y contra sí mismo. En lugar de adorar a su Dios, le insulta haciendo ídolos y postrándose delante de ellos. Sus ídolos son imágenes de hombres, de aves, de animales y de reptiles (Romanos 1:23).

 

En lugar de ser agradecido a Dios por su vida, comida, ropa y techo, el hombre maldice a Dios. No jura en el nombre del Papa, ni del Presidente, ni del Príncipe, sino toma el Nombre del Señor su Dios en vano (Éxodo 20:7), El hombre tiene sentimientos de enemistad contra Dios en vez de amor por Él. Está feliz, sólo cuando puede olvidarse de Dios, y está triste cuando se acuerda de Él. El hombre no sólo peca contra su Dios, también peca contra su vecino. No sólo se involucra en los placeres viles, sino también anima a otros hacer lo mismo. "Quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican" (Romanos 1:32). "Porque no duermen ellos si no han hecho mal, y pierden el sueño si no han hecho caer a alguno" (Proverbios 4:16).


El hombre es egoísta. Tiene que ser el primero. Siempre tiene que tener la razón. Para satisfacer las pasiones carnales, corrompe a otros por el adulterio, la fornicación, y otras formas indignas de conducta sexual.


El hombre miente para lograr sus fines. No es digno de confianza. "Dejaos del hombre, cuyo aliento está en su nariz; porque ¿de qué es é1 estimado?" (Isaías 2:22). "Maldito el varón que confía en el hombre" (Jeremías 17:5).


Se regocija en la calamidad de otros, regocijándose que la calamidad no le afecta a é1. Desahoga su cólera contra su vecino. Siente envidia de los que tienen más que é1 y conspira para robar lo que no le pertenece. Y si encuentra a un hombre más justo que é1, ¿qué hace? ¿Aspira alzar su estándar moral a un nivel más alto? ¡Al contrario, trata de destruir al que por su vida de justicia, le revela su maldad! (Juan 3:19,20).


El hombre no sólo peca contra su Dios y contra su vecino, también peca contra sí mismo. Abusa de su propio cuerpo por las borracheras, la inmoralidad y el libertinaje. Malgasta sus talentos y sus posesiones. Rehúsa consejo sabio y rechaza a su Amigo más fiel. ¡Si el hombre sólo supiera que é1 mismo es su peor enemigo.!


Al hombre no le gusta pensar en que Dios demuestra gracia. "La gracia, que significa el perdón pleno y libre de todo pecado, sin que Dios exija o espere nada de aquel que es perdonado, es un principio tan opuesto a los pensamientos y caminos del hombre, tan lejano de é1, que no le gusta. Secretamente dice en su corazón que la gracia es injusticia. El no actúa de esta forma y no le gusta pensar que Dios actúa así." J.N.Darby.


La Biblia usa muchas ilustraciones para describir el estado pecaminoso del hombre. Por ejemplo, se asemeja al leproso (Mateo 8:2), hablando de su vil, incurable, contaminada condición. Es un paralítico (Juan 5:5), sordo (Marcos 7:32), mudo (Marcos 9:17), ciego (Juan 9:1), y muerto en delitos y pecados (Efesios 2:1). Es caído, contaminado, impotente y merecedor del infierno.


El colmo del pecado del hombre se manifestó hace unos dos mil años atrás. Cuando Dios vino a este mundo en la Persona de Jesucristo, los hombres vieron al Único Hombre perfecto que jamás vivió; sin embargo no lo pudieron tolerar. Él no vino para robar, matar o destruir, sino para dar vida y una vida abundante (Juan 10: 10); sin embargo las criaturas formadas por Sus manos gritaron, "Este es el heredero; venid, matémosle" (Lucas 20:14). Y en la cruz del Calvario, Él murió por una raza rebelde de pecadores, adúlteros, borrachos, mentirosos, ladrones, y asesinos, ¿Moriría usted por un borracho? ¡Él lo hizo!
 

El hombre merece ir al infierno. No hay nada en absoluto en el hombre que le haga merecedor de la misericordia o amor de Dios. No se encuentra en el hombre ninguna razón por la cual Dios le debe bendecir. Él es inmundo y no merece nada sino el castigo. Sin embargo Dios mandó a Su único Hijo para morir como el Sustituto del hombre pecador. Esta es la gracia.
La gracia debe causar que cada uno diga:


"Oh, ¿quién soy yo que por mí,
Mi Señor tomó un cuerpo débil y murió?"


"Abba Padre te adoramos, en el nombre de Jesús. Dios y Padre te llamamos hechos hijos de la luz. Ya del juicio libertados por la sangre del Señor, Y por é1 reconciliados disfrutamos de tu amor. Pródigos un tiempo fuimos, y alejados del hogar; Mas tu voz de amor oímos, pues quisístenos llamar; Por Jesús nos perdonaste y no allegaste a Ti. Nos besaste y nos sentaste en tu comunión aquí. Por tu mano revestidos del ropaje de salud, En tu casa recogidos por tu gran solicitud; Redimidos y lavados por la sangre de Jesús. Restaurados, bien amados, hechos hijos de la luz. Abba, todos te alabamos, muy contentos de saber Que los bienes que gozamos claro dan a comprender Que Tú encuentras complacencia en mostrarnos tu favor; Y por tal benevolencia te alabamos con fervor."
R. Holden


La Bondad de Dios Hacia el Hombre
 

La gracia de Dios hacia el hombre comenzó mucho antes de que el hombre fuera creado. En el anticipado conocimiento de Dios, Dios vio todo lo que ocurriría, la creación, la caída del hombre, y la tremenda necesidad de la humanidad de una salvación. En profundos y eternos consejos, Dios elaboró Su plan para bendecir al hombre con bendiciones que van más alla de la imaginación humana más activa. 


1. El Cordero fue inmolado desde el principio del mundo (Apocalipsis 13:8).
2. Los elegidos fueron escogidos antes de la fundación del mundo (Efesios 1:4).
3. La vida eterna fue prometida antes del principio del mundo (Tito 1:2).
4. El Reino fue preparado desde la fundación del mundo (Mateo 25:34).


Entonces Dios creó al hombre a Su propia imagen y semejanza (Génesis 1:26). Adán fue lo mejor de la creación de Dios. A Adán le fue dado el dominio sobre toda criatura sobre la faz de la tierra (Génesis 1:28). A é1 le fue dada la responsabilidad de ser el representante de Dios en la tierra.


El Señor puso al hombre en un ambiente ideal donde todo fue provisto para satisfacer sus necesidades y deseos (Génesis 2:8). No hubo nada bueno que no le fuera dado.La bondad de Dios fue manifestada por la regularidad del tiempo de siembra y cosecha, de frío y de calor, de verano y de invierno, y de día y de noche (Génesis 8:22). Se manifestó por la variedad de comidas que Dios proveyó abundantemente. Se manifestó por la belleza de la creación que Dios diseñó para el placer del hombre. A pesar de la infinita bondad de Dios, el hombre cayó en el pecado (Génesis 3:6). Le dio la espalda a su Dios. Desobedeció a Dios. Creyó la mentira del diablo de que Dios estaba ocultando algo que le favorecería (Génesis 3:15).


Pero ¿el pecado puso el fin de la bondad de Dios hacia el hombre? Al contrario, Dios hizo una bondadosa provisión para cubrir la desnudez de Adán y de Eva (Génesis 3:12) y prometió la venida de Cristo, Quien destruirá al enemigo del hombre, el diablo (Génesis 3:15).


El resto del Antiguo Testamento es el relato de la inagotable bondad de Dios a Su pueblo infiel. Dios hizo pactos con Abraham y David, por ejemplo, en los cuales, incondicionalmente, prometió tratar con bondad a sus descendientes por medio de la Persona y obra de Cristo (Génesis 15:5; 2 Samuel 7:16). Les alimentó, les guió, les protegió y les bendijo sin medida. Pero ante Su bondad, Su pueblo respondió con incredulidad, idolatría, quejas, inmoralidad, e ingratitud.
 

Más perseverante, pese a tal ingratitud Dios mandó a los profetas a Su pueblo. Estos hombres hablaron como portavoces de Dios, llevando un mensaje directamente del Señor. Las palabras que hablaron eran las mismas palabras de Dios. El pueblo daba golpes a los profetas, les apedreaba, les echaba en pozos, y en muchos casos les mataba.
 

¿Podría la bondad de Dios sobrevivir a tales insultos? Sí, Dios volvió a hablar a los hombres en una manera más maravillosa y más amable que en cualquier otro tiempo. ¡Dios mandó a Su Hijo!


La mente humana jamás podría comprender lo que significó al corazón de Dios cuando mandó a Su unigénito Hijo a la raza humana y pecaminosa. Uno tendría que ser tan santo y amoroso como Dios para poder sentir el dolor y angustia de tal acción. Sin embargo, la Biblia nos da dos cuadros muy gráficos para ayudarnos a comprender, en parte por lo menos, las emociones de Dios en este asunto. Un cuadro está en el Antiguo Testamento y el otro está en el Nuevo Testamento.
 

El cuadro del Antiguo Testamento es la historia de la disposición de Abraham de ofrecer a su hijo, Isaac en sacrificio (Génesis 22). Dios había prometido a Abraham que sus descendientes serían tan numerosos como las estrellas del cielo y la arena de las orillas del mar. Después Dios mandó a Abraham a tomar:
 

su hijo,
su único hijo, a Isaac,
a quien amas,

y ofrécelo en holocausto sobre el Monte Moriah. Vemos al padre obediente subiendo la montaña con su hijo. El padre está llevando el cuchillo y el fuego; el hijo está cargando la leña para el altar de sacrificio. La conversación que escuchamos entre el padre y el hijo rompe el corazón. Vemos a Isaac, atado y puesto sobre el altar. Casi escuchamos la respiración pesada de Abraham cuando levanta el cuchillo para degollar a su hijo. Entonces Dios interviene, proveyendo un carnero para morir en el lugar de Isaac. Hasta este punto tenemos un cuadro gráfico de Dios ofreciendo a Su Hijo para morir sobre la cruz del Calvario. Pero aquí cesa la comparación. Abraham no fue obligado a entregar a su hijo a la muerte; se encontró un sustituto. Pero Dios, de hecho, entregó a Su unigénito Hijo para morir en la cruz. Como se había dicho, "Dios quitó del corazón de Abraham el dolor que no quitaría de Su propio corazón." No se encontró sustituto para el Señor Jesús. Un segundo relato conmovedor de lo que significó a Dios el dar a Su Hijo se encuentra en el Nuevo Testamento (Lucas 20:9-15).

 

Dios se asemeja a un hombre que plantó una viña y la arrendó a unos labradores. Cuando llegó el tiempo de la cosecha, envió a su siervo a los labradores para recibir lo que le correspondía. Pero los labradores dieron golpes al siervo y le mandaron con las manos vacías. (Así es como el pueblo de Dios trataba a los profetas.) Mandó a otro siervo, y otra vez los labradores le dieron golpes y abusaron de é1, mandándole de regreso con las manos vacías. Un tercer siervo fue enviado y fue herido y echado de la viña.


El dueño de la viña consideró entonces lo que debía hacer. Su decisión transcendental fue esta: "Enviaré a mi hijo amado; quizás al verle, le tendrán respeto. Pero los labradores impíos reaccionaron violentamente. Dijeron: "Este es el heredero; vengan, matémosle, para que la herencia sea nuestra." Y le echaron fuera de la viña, y le mataron. Esto es lo que los hombres hicieron al hermoso Hijo de Dios.


Pero aun así, el amor de Dios no se extinguió. Ellos pensaron mal contra Dios, pero Dios lo encaminó a bien (Génesis 50:20). Ellos cumplieron su maldad, pero Dios cumplió Su propósito. Ellos pensaron que estaban matando a un mero hombre, pero Dios decretó que Su Hijo estaba muriendo por los pecados del mundo. Desde la perspectiva humana, las ovejas estaban matando a su Pastor. Pero desde la perspectiva divina, el Pastor estaba muriendo por las ovejas,
 

Desde la resurrección y ascensión de Cristo, Dios está proclamando la invitación del evangelio, "Vengan, porque todo ya está listo." Por dos mil años Él está rogando a los hijos de los hombres que asistan a Su gran cena. Unos han pedido disculpas. Otros han demorado. Otros han rechazado la invitación. Solamente pocos han respondido. Sin embargo la bondad y compasión de Dios continúan. Su paciencia permanece. Su gracia es inagotable.
 

SUBLIME GRACIA


"Sublime gracia del Señor, Que a un infeliz salvó;
Fui ciego mas hoy miro yo, Perdido y Él me halló."
"Su gracia me enseñó a temer, Mis dudas ahuyentó,
¡Oh cuán preciosa fue a mi ser, Cuando Él me transformó!"
"En los peligros o aflicción, Que yo he tenido aquí,
Su gracia siempre me libró, Y me guiará feliz."
"Y cuando en Sión por siglos mil, Brillando esté cual sol
Yo cantaré por siempre allí, Su amor que me salvó."

 

La Gracia de Nuestro Señor Jesucristo 

 

Tal como la gracia de Dios se manifestó en el don de Su Hijo, también la gracia de Cristo se manifestó en Su disposición de morir por pecadores.
 

"Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos" (2 Corintios 8:9).
 

Su gracia se ve pues, en estos dos hechos formidables:
1. Él fue rico.
2. Él se hizo pobre.

 

Primero, el Señor Jesucristo fue rico. Desde la eternidad Su morada fue la ininterrumpida paz y gozo de Dios, Su Padre. Él estuvo cerca de Dios como Uno que siempre estaba con Él; y el Hijo era Su delicia de día en día, regocijándose siempre delante de Él (Proverbios 8:30). Sería más fácil contar las estrellas que describir adecuadamente las riquezas que eran Suyas en el cielo.


Él podría haberse quedado en ese lugar de riqueza y descanso. Podría haberse quedado en el cielo lejos del alcance de tristeza, sufrimiento y muerte. Él podría permitir que los hombres caídos sigan su apresurado rumbo hacia la horrible perdición que merecen. Pero el Señor eligió dejar Su riqueza, gozo y felicidad en el cielo para llegar a ser el Salvador del mundo. Él no estimó que la visible manifestación de Su igualdad con Dios era una cosa a la que debía aferrarse a cualquier coste (Filipenses 2:6). Él eligió cambiar las riquezas del cielo por la pobreza de la tierra.


El que fue rico eligió hacerse pobre. El Señor Jesucristo se hizo pobre primeramente al hacerse hombre (Filipenses 2:7). Este fue un tremendo acto de humildad, Dios haciéndose hombre. Fue una humillación indecible. Si el hombre de alguna manera pudiese convertirse en un saltamontes o un microbio, esta sería una comparación débil de lo que significó que Cristo se hiciera hombre.


Y Él no entró en el mundo como un hombre adulto. El poderoso Creador nació en el mundo como un bebé (Lucas 2:7). El Todopoderoso Sustentador del universo fue un indefenso infante, en los brazos de Su madre. Y su nacimiento no tuvo lugar en un inmaculado hospital, ni tampoco en una hermosa casita. Nació en un establo y su cuna fue un pesebre (Lucas 2:7). Pues, no hubo lugar en el mesón. El que el Señor de gloria naciera en este mundo en esta forma fue un acto incomprensible a través del cual se despojó a sí mismo de Su gloria. Pero esto no fue todo. En vez de venir como un soberano, un hombre de riquezas, un alto oficial religioso, Él vino como Siervo (Filipenses 2:7). Vino, no para ser servido, sino para servir (Mateo 20:28). El que fue servido por multitudes de ángeles se hizo el Siervo de los hombres. Y debido a que estos hombres eran esclavos del pecado, literalmente se hizo un Siervo de esclavos.
 

El Señor vivió durante treinta años en la oscuridad, la mayoría de ellos en la aldea desacreditada de Nazaret (Lucas 2:39). Después inició un ministerio público de tres años (Juan 1:29).


Al mirarle, nunca se daría Usted cuenta que Él fue el Dios de toda la creación. Su gloria fue velada en un cuerpo de carne. Él fue como uno de nosotros, con la excepción de que nunca pecó (1 Pedro 2:22).


Andaba haciendo el bien, devolviendo la vista a los ciegos, haciendo oír a los sordos, devolviendo el habla a los mudos. Sanó a los enfermos, curó a los cojos, y dio vida a los muertos. Pero los hombres no le amaron. Sus propios hermanos no le comprendieron. Sus vecinos le despreciaron. Los lideres religiosos le odiaron y le persiguieron. Aguantó tal contradicción de pecadores contra sí mismo (Hebreos 12:3), encontrando en la maldad de los hombres, una excusa de mostrarles la bondad.


Viajaba como un extranjero, sin hogar en el mundo hecho por Sus propias manos. Dijo, "Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene donde recostar la cabeza" (Lucas 9:58). Cuando sus discípulos fueron al descanso de sus hogares, Jesús se fue al Monte de los Olivos, supuestamente para pasar la noche allí, sin protección de las tempestades (Juan 7:53; 8:1).
 

Durante todo este tiempo, fue verdaderamente Dios como antes, solamente cambió unaforma de vida por otra. Dejó los palacios de marfil por el mundo de dolor. Dejó el santo escenario del cielo por la jungla de este mundo. A la terminación de Sus tres años de ministerio público, la oposición había llegado al clímax. Los lideres religiosos habían determinado deshacerse de Él.


¡Y así pasó!  En primer lugar, el Señor Jesucristo fue entregado a manos de Sus enemigos por uno de Sus discípulos, Judas (Mateo 26:14,15). El precio fue treinta piezas de plata. ¡Negocio extraño! El Salvador vendido por el precio de un esclavo.


Fue negado por otro de Sus discípulos, Simón Pedro (Mateo 26:69-75). ¡Vergüenza extraña!
 

Un hombre mortal avergonzado por el Señor de la gloria.
 

Fue juzgado por Poncio Pilato (Mateo 27:2). ¡Juicio extraño! El Inocente condenado por el culpable.Entonces fue crucificado por soldados romanos (Mateo 27:31). El único Hombre perfecto que jamás vivió fue clavado sobre la cruz de un criminal. "Haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz" (Filipenses 2:8). Fue una muerte vergonzosa.
 

El que hizo el sol, la luna, y las estrellas se hizo el Varón de dolores, experimentado en quebranto (Isaías 53:3). El bendito Hijo de Dios, que jamás tuvo que sufrir, se hizo el Rey del sufrimiento. El Santo que no conoció pecado, se hizo la ofrenda de pecado por los pecadores impíos.


El Señor se hizo pobre en el sentido más completo cuando estuvo colgado en la cruz. Su sufrimiento no sólo fue recibir de las manos de los hombres la violencia física a pesar de que fue severa. Pero lo más profundo de Su sufrimiento fue durante las tres horas de oscuridad cuando sufrió la ira de Dios por el pecado del hombre (Lucas 23:44). Su angustia más amarga ocurrió cuando fue desamparado por Dios, cuando murió como el Sustituto de otros (Mateo 27:46). "Sobre Él cayó la potente venganza que hubiera hundido al mundo en el infierno."


Todos los pecados jamás cometidos, todos los pecados cometidos ahora, todos los pecados que serán cometidos, todos, fueron amontonados sobre Él, y Él murió por cada uno de ellos. Es imposible describir la profundidad de Sus sufrimientos. Simplemente no pueden ser medidos. Son infinitos.


Allí en la cruz, Él fue el Buen Pastor, saboreó la ira de Dios para salvar a la oveja que se había perdido (Juan 10:11).
"Y ninguno de los redimidos jamás conoció,


Las aguas tan profundas que atravesó O la noche tan oscura que el Señor pasó Antes de encontrar la oveja que se perdió."
Allí en la cruz, Él fue el Hombre que vendió todo lo que poseía para comprar el campo donde estaba el tesoro escondido (Mateo 13:44).


Allí en la cruz, Él fue el Mercader que vendió todo lo que poseía para comprar la perla preciosa (Mateo 13:45,46).
 

Él, que fue rico, se hizo pobre para comprar al hombre pecador para Sí mismo. Así es la gracia de nuestro Señor Jesucristo.
Juan Bunyan dijo, "Tú, Hijo Bendito, Tú te despojaste a ti mismo manifestando la gracia. La gracia Te hizo bajar del cielo; la gracia Te obligó a sacar Tu manto de gloria; la gracia Te hizo pobre y despreciado; la gracia Te obligó a llevar el peso de pecado y el peso de tristeza, tales pesos de la maldición de Dios son indecibles. ¡Oh Hijo de Dios! La gracia estuvo en todas Tus lágrimas; la gracia brotó de Tu costado con Tu sangre; la gracia salió con cada palabra de Tu dulce boca; la gracia salió donde el látigo te azotó, de donde las espinas te abrieron la cabeza, y de donde los clavos te perforaron. ¡Aquí está la verdadera gracia! La gracia que maravilla a los ángeles, la gracia que da gozo a los pecadores, la gracia que confunde a los diablos."


"Señor, Tú eres Hijo del Padre potente,
Aun antes del mundo creado existente;
En ti se reúnen las glorias celestes,
Loores te rinden del cielo las huestes.
Jesús, Emanuel tu nombre selecto;
Viniste a la tierra cual hombre perfecto;
Moriste en la cruz, ¡oh misterio sublime!
Tu muerte al humano perdido redime.
Cristo en la magnifica altura sentado,
Esperas el día glorioso anhelado,
En que te será este mundo sujeto,
Y el plan de tu Padre se hallará completo."
   
G.M.J.Lear

 

Salvación por gracia por medio de la fe


En el capítulo anterior vimos que la gracia de nuestro Señor Jesucristo le obligó a morir como el Sustituto de pecadores en la cruz del Calvario. Pero tenemos que agregar que Su muerte no fue el fin. Él fue sepultado en una tumba prestada (Juan 19:41-42), pero al tercer día resucitó de la muerte, Vencedor del pecado, la muerte y el infierno (1 Corintios 15:4). Después ascendió al cielo donde Dios le coronó con gloria, honor y poder (Hechos 1:10). Su resurrección y ascensión eran la prueba de la satisfacción de Dios con la obra redentora de Cristo (Romanos 4:25).


Ahora bien tenemos que preguntarnos ¿cómo son salvos los hombres? La obra de Cristo fue suficiente para redimir a todos los hombres, pero no todos son redimidos. El precio que Él pagó fue suficiente para expiar todos los pecados de todos los siglos, pero no todos esos pecados son mecánicamente expiados. La razón es que Dios no salva a la gente contra su voluntad. Él no lleva al cielo a los que no quieren estar allí. Él no obliga a los hombres a escoger el camino de Vida.
 

Por lo tanto Dios tiene que diseñar una manera por la cual los que quieren ser salvos pueden obtener esta bendición. ¿Cómo lo haría? En verdad, sólo hay dos posibles maneras por las cuales Dios puede hacer esto:
 

1. Él puede anunciar que la salvación será otorgada a los que podrían ganarla o merecerla. Esta sería la salvación por obras.

2. Él puede obsequiar la salvación como un regalo gratis a los que la reciben. Esta sería la salvación por gracia. 

 

Si Dios hubiera empleado el primer método, por ejemplo, Él podría haber dicho que salvaría a los que:


1. Guardan los Diez Mandamientos.
2. Obedezcan la Regla de Oro.
3. Vivan según el Sermón del Monte.
4. Sean bautizados.
5. Se afilien a una iglesia.
6. Vivan una vida decente y respetable.
7. Hagan lo mejor que puedan.
8. Paguen una cierta cantidad de dinero.


Cualquier sistema por el cual la vida eterna sea merecida o ganada cae bajo la primera categoría, la salvación por obras. El segundo método, la salvación por gracia, significa simplemente que la vida eterna será dada sin coste o condición de ninguna índole. Será un regalo gratis a todos los que la reciban. ¿Cuál método escogió Dios? Escogió ofrecer la salvación como un regalo gratis y no como algo que se puede ganar. Los siguientes pasajes muestran concluyentemente que esto es verdad:

 

  • "Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, se le es contada por justicia." (Romanos 4:4-5)
  • "Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro" (Romanos 6:23).
  • "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe (Efesios 2:8-9).
     

En el sentido bíblico, un don o regalo es algo dado por una persona a otra persona gratuitamente, sin que la persona que lo reciba deba ganarlo o merecerlo, y sin que la persona que lo da, reciba nada. En el momento que se agregan condiciones o términos cesa de ser un regalo. Un regalo excluye cualquier idea de mérito humano u honor digno. Pero, entonces ¿cómo puede el hombre pecador recibir el don de la salvación? La respuesta es que esto es recibido por la fe en el Señor Jesucristo. Más de cien veces en el Nuevo Testamento se dice que la salvación es por creer en el Salvador. Por ejemplo:
 

  • "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en é1 cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3:16).
  • " El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él" (Juan 3:36).
  • "De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna" (Juan 6:47).
  • "Ellos dijeron: cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa" (Hechos 16:31).
  • Creer en el Señor Jesucristo es más que simplemente creer los hechos históricos de Jesús. Significa una confesión de pecado, un entendimiento de que Él murió como un Sustituto por los pecadores, un compromiso completo de la vida con Él. Significa recibirle como Señor y Salvador (Juan 1:12). Significa abrir la puerta del corazón y dejarle entrar (Apocalipsis 3:20).


El significado de creer en el Señor Jesucristo ha sido comparado con la primera lección de tirarse al agua. El instructor enseña al estudiante pararse al filo del muelle, poner los pies juntos, y mirar el agua, Después tiene que doblarse hasta que los dedos de las manos toquen los dedos de los pies. Ahora el instructor dice, "Mantenga esta posición y simplemente tírese al agua."


Temeroso al principio, el estudiante hace lo que se le dice. Al moverse hacia el agua, sus brazos se extienden hacia el agua y el resto de su cuerpo sigue sus brazos. Ya se ha tirado al agua por primera vez. En verdad, é1 ha entregado su cuerpo al agua. Ni una parte de é1 se quedó en el muelle. Venga lo que venga, él ha confiado su ser al lago.


Esto es precisamente lo que significa creer en el Señor Jesucristo. Es entregar su vida a Él, poner su caso en Sus manos.
Para algunos, aquí puede encontrarse una contradicción. Antes dijimos que la salvación es un regalo, sin condiciones o precio. Pero ahora decimos que la persona tiene que creer en el Señor Jesucristo para ser salvo. ¿Cómo podemos reconciliar estas dos declaraciones? 
La respuesta es la siguiente:

 

1. La fe no es ninguna condición por la cual el hombre gana la salvación, sino meramente la recepción del don gratuito de la salvación.
2. La fe no es meritoria. Un hombre no puede jactarse por haber creído en el Señor. Es natural que la criatura confíe en su Creador. Debido a que es imposible que Dios falle, es razonable que el hombre confíe en Él.
3. Por creer en Cristo, el hombre simplemente indica que está dispuesto a ser salvo por la gracia de Dios.


Mientras que estamos hablando de la fe, debemos indicar dos puntos importantes adicionales. Primeramente, no es la cantidad de fe lo que cuenta, sino el objeto de la fe. Una gran cantidad de fe en un objeto sin valor no vale. Pero la fe más sencilla en el digno Señor Jesucristo trae la salvación del alma.
 

Segundo, la fe nunca puede ser mezclada con las obras para la salvación. No somos salvos por la fe en Cristo más las buenas obras, sino por la fe sola en Cristo. O es completamente por la gracia de Dios o sin la gracia.


"Y si por gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no es gracia. Y si por obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya no es obra" (Romanos 11:6). Obras y fe son dos principios mutuamente exclusivos. Se puede tener lo uno, o lo otro; pero no se los puede mezclar. Esto nos lleva a una pregunta interesante, "¿Por qué decidió Dios no ofrecer la salvación según el principio de las buenas obras?" Los siguientes argumentos explicarían el porqué:


1. Primero, nadie se salvaría. Todos los hombres están muertos en transgresiones y pecados, y consecuentemente no pueden producir buenas obras para Dios. "Todas nuestras justicias son como trapo de inmundicia" (Isaías 64:6). Las buenas obras no pueden comenzar hasta que el hombre sea salvo.


2. Segundo, si el hombre pudiera ganar el cielo, Dios se constituiría en su deudor. Dios le debería la salvación como el pago de su buena vida. Esto es claramente imposible. Dios no debe nada a nadie (Romanos 11:35). No hay nada que el hombre pueda hacer para hacer de Dios su deudor.
 

3. Si el hombre pudiera salvarse por medio de sus propias obras o su buen carácter, podría jactarse delante de Dios. Pero esto también es incomprensible (Romanos 3:27). En el cielo, Dios tendría toda la gloria, Dios no daría Su gloria a Su criatura. El cielo sería arruinado si hubiera hombres jactanciosos allí.
 

4. Además, si el hombre pudiera salvarse, él sería su propio salvador. En este caso, se adoraría a sí mismo. Pero esto es claramente prohibido por el primer mandamiento, "No tendrás dioses ajenos delante de mí" (Exodo 20:3). Si el hombre pudiera ayudar en su propia salvación, también podría tomar el lugar de co-salvador, compartiendo la gloria del Salvador con el Señor Jesús. Ya hemos mostrado que esto es imposible.
 

5. La idea de la salvación por obras es un hecho imposible debido a lo que Dios decreta: "Y sin derramamiento de sangre no se hace remisión (Hebreos 9:22). Las buenas obras no incluyen el derramamiento de sangre. Por lo tanto, no hay salvación por medio de ellas.
 

6. Los que piensan que ganarán el cielo por sus buenas obras olvidan que Dios demanda la perfección absoluta. Guardar un mandamiento no es suficiente. Aun guardar nueve de los diez mandamientos no basta. Dios exige la perfecta obediencia (Juan 2:10).
 

7. Aun si fuera posible que un hombre viviera una vida perfecta de aquí en adelante, no se salvaría por esto. Los pecados del pasado tendrían que ser expiados.
 

8. Sugerir que el hombre puede salvarse a sí mismo por sus buenas obras niega la necesidad de la obra de Cristo. Si pudiera salvarse por medio de la acción o carácter humano, el Salvador no hubiera tenido que morir (Gálatas 2:21). Pero las Escrituras enseñan que no hay otra manera de salvación, "Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo" (1 Corintios 3:11).
 

9. La idea de que el hombre puede salvarse o ayudar en su propia salvación, niega la suficiencia de la obra de Cristo (Colosenses 3:11b).  "Hay multitudes de hombres y mujeres bautizados que declaran honrar a Cristo, pero en realidad le deshonran. Le dan a Cristo un lugar en su sistema religioso, pero no el lugar que Dios debe tener. Cristo no es "el todo" para sus almas. ¡No! Es para ellos Cristo y la Iglesia; o Cristo y los sacramentos; o Cristo y Sus ministros ordenados; o Cristo y su propio arrepentimiento; o Cristo y su propia bondad; o Cristo y sus propias oraciones; o Cristo y su sinceridad y caridad; sobre lo cual descansa sus almas" Ryle.

 

10. En relación con la salvación, tal como en todo, Dios siempre tiene que tener el lugar supremo, el lugar del más bendito. Por ejemplo, el Señor Jesús enseñó, "Más bienaventurado es dar que recibir (Hechos 20:35). Siendo así, Dios siempre tendrá el lugar del más bendito, Dios será el dador y el hombre será el receptor.
 

11. Otra vez se debe repetir que puesto que Cristo terminó la obra de salvación, es imposible que el hombre añada algo. Simplemente no puede añadir nada a una obra terminada. Cristo Jesús no vino al mundo para ayudar a salvar a los pecadores, sino para salvarlos (1 Timoteo 1: 15). La idea que los hombres son salvos por guardar la ley es retenida por todas partes, pero no tiene bases bíblicas. Dios no dio la ley como una forma de salvarse. Nunca fue Su intención que sea una manera de salvación. Nunca propuso que el hombre la usara como una escalera al cielo. Al contrario, la ley fue dada para revelar el pecado. Su propósito fue mostrar a los hombres la profundidad de su depravación para que entonces puedan volver al Señor y pedir misericordia. "Pero la ley fue introducida para que el pecado abundase" (Romanos 5:20). "Por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él, porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado" (Romanos 3:20). La ley fue dada para cerrar las bocas de los hombres, para condenarlos como pecadores, y para llevarles como arrepentidos a los pies del Señor (Romanos 3:19). "La Gracia no puede comenzar con nosotros hasta que la ley nos ha reducido al silencio" C.I. Scofield.
 

Sin embargo, cuando estamos tratando de enfatizar que la salvación no es por las buenas obras, tenemos que dejar claro que la salvación es para buenas obras (Efesios 2:10). Las buenas obras no son la raíz de la salvación sino el fruto de la salvación (Tito 2:14). Es la fe la que trae la salvación al alma; y entonces la salvación en el alma produce las buenas obras.


Es este lado de la verdad que Santiago enfatiza (Santiago 2:14-26). Él exige ver las buenas obras como la prueba de que un hombre ha sido justificado por la fe. La fe, en sí misma, es invisible, pero las buenas obras son una manifestación visible de la verdadera fe. Un hombre puede decir que tiene fe, pero si su vida no es conocida por las buenas obras, entonces su fe no es genuina. Tal como el cuerpo sin el espíritu está muerto, así también la fe sin las obras esta muerta. Es solamente una fe de boca para afuera si no produce las buenas obras. ¡Un punto final! Las buenas obras de los creyentes serán recompensadas un día (1 Corintios 3:14). Aunque no contribuyen en nada a la salvación de una persona, las buenas obras contribuirán mucho a su gozo en el cielo.


¡Así es la gracia de Dios! Dios salva gratuitamente a los hombres por medio de la fe en Su Hijo, sin las obras. Dios les da el poder para producir buenas obras para Él y después les recompensa por ellas. 

 

Para que vosotros llegaseis a ser ricos 

 

Cuando uno llega a ser cristiano, enseguida llega a ser fabulosamente rico, no rico en las cosas materiales que permanecen sólo mientras vive sino rico en bendiciones espirituales que duran para siempre.

 

La expresión "las riquezas de su gracia" es usada por Pablo para describir tesoros indecibles que son abundantemente dados al pecador que confía en Cristo. Es así. Cuando una persona se convierte, esta persona recibe a Cristo, y con Él, recibe toda buena dádiva que Dios puede darle. Todas las riquezas del cielo se encuentran en Cristo.
 

Cuando Dios dio a Cristo, nos dio el más grande de todos los dones, y siendo que Dios ya nos dio el mejor, no nos negará los dones menores. "El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con é1 todas las cosas?" (Romanos 8:32). 


¿Cuáles son pues algunos de los tesoros que pertenecen al que confía en Jesucristo?
 

1. Primeramente, es salvo, salvo de la pena del pecado (Romanos 8: 1); salvo del poder del pecado (Romanos 6:14); y tiene la promesa de un día ser salvo de la presencia del pecado (1 Juan 3:2). Es salvo del dolor del infierno para siempre. Esta es una salvación tan maravillosa que nadie puede fijar ningún precio monetario para ella.
 

2. Segundo, es nacido de nuevo o nacido de arriba (Tito 3:5,6). En su primer nacimiento, fue nacido con una perversa, incurable y caída naturaleza. Cuando nace de nuevo, recibe una nueva naturaleza, la misma vida de Cristo, ¿Será posible adjuntar un valor adecuado sobre tal bendición?


3. Además, es justificado (Romanos 5: 1). Esto significa que Dios le declara justo. En vez de ser vestido de los trapos de inmundicia de su propia justicia, ahora está vestido de la justicia de Dios mismo. Tan perfecta es su posición ante Dios que nadie jamás le puede condenar (Romanos 8:33). De hecho, su posición en Cristo es mucho mejor que su posición en Adán, aun si Adán jamás hubiera pecado (Romanos 5:15-21). El valor de tal gracia hace insignificante la descripción humana.
 

4. Es redimido, es decir, ha sido comprado otra vez del mercado de esclavitud de pecado (Colosenses 1: 1 4). Si esto no le parece estupendo, recuerde que el precio de esta redención fue la preciosa sangre de Cristo (1 Pedro 1:1,8,19). ¿Podría el Señor preocuparse tanto por el pecador? ¡Si lo hizo! ¡Sólo piense en esto!
 

5. El creyente recibe el perdón de pecados (Efesios 1:7). Esos pecados son llevados tan lejos como la distancia que hay entre oriente y occidente (Salmos 103:12). Dios ha prometido que jamás se acordará de ellos (Hebreos 8:12). Por eso los ángeles se maravillan de tal demostración de gracia.
 

6. Después, es reconciliado (Romanos 5:10). Ya no hay enemistad entre é1 y su Dios. La paz se había hecho por la sangre de Cristo en la cruz. El Señor Jesucristo ha resuelto el problema de pecado y ahora el conflicto está terminado. Tal paz no tiene precio.


7. El cristiano es santificado (1 Corintios 1:2). Esto quiere decir que Dios le ha separado del mundo para que pertenezca a Él. También quiere decir que Dios procura hacer al creyente más y más a la imagen de Cristo. Como se había dicho, Dios esta tan complacido con Su amado Hijo que quiere hacerle mucho más como Él. Tal gracia provoca al santo clamar, "¡Oh que abundante amor por mí!".
 

8. Cada creyente es bautizado con el Espíritu Santo en el cuerpo de Cristo (1 Corintios 12:13). Llega a ser un miembro de la verdadera iglesia, a través de la cual se da a conocer a los ángeles la infinita sabiduría de Dios (Efesios 3:10). También llega a ser miembro de la esposa de Cristo, una posición que habla más de intimidad y afecto que lo que el lenguaje humano puede expresar.


9. El Espíritu Santo es dado al creyente como una garantía o promesa de lo venidero (Efesios 1: 14). Tan cierto como se tiene el Espíritu Santo es el hecho de que se recibirá la herencia celestial. Es tan seguro que se irá a cielo como si ya se estuviera allí. Esto es lo que la gracia de Dios hace a los que confían en el Salvador.


10. El Espíritu Santo también es dado como un sello de propiedad (Efesios 1:13). Ningún ser creado jamás podría llevar un sello más real que éste. El creyente es sellado por Dios como Su pertenencia por medio del don del Espíritu Santo. Só1o Dios podría responder en gracia a los indignos hombres.


11. Aún más asombroso es el hecho de que el creyente es habitado por el Espíritu Santo (1 Corintios 6:19). ¡Piense en que un miembro de la trinidad mora en el cristiano! Así es, y las Escrituras enseñan que los tres miembros de la trinidad moran en el santo. Su cuerpo es el templo del Espíritu Santo (1 Corintios 6:19). Su corazón es el hogar de Cristo (Efesios 3:17; Colosenses 1:27). Dios Padre está en é1 (Efesios 4:6).


12. Él es acepto en el Amado (Efesios 1:6). Él es acepto ante Dios con todos los méritos del Hijo amado de Dios.

 

"Cerca, más cerca a Dios, No podría estar,

Porque en la Persona de Su Hijo,
Estoy tan cerca como Él."

 

El creyente tiene la posición perfecta ante Dios, porque Cristo tiene esta posición. Él es acepto mientras Cristo sea acepto, ¡para siempre!


13. El creyente está completo en Cristo (Colosenses 2:1 0). Esto quiere decir que en Cristo tiene todo lo que necesita, para hacerle apto para el cielo. De hecho, por estar en Cristo, el creyente es totalmente apto para el cielo. Después de su conversión el creyente puede vivir una vida de fidelidad y devoción por muchos años pero esto no le hará más apto para el cielo. Esto incrementará su gozo en el cielo y sus recompensas en el cielo. Pero el ser apto para el cielo depende completamente de estar en Cristo, y nada puede mejorar esta posición.


14. El creyente es un hijo de Dios (Juan 1: 12). Puede mirar al Dios del universo y decirle "mi Padre." No hay relación en el mundo que pueda compararse a la de ser un hijo del Rey. Además, llega a ser un miembro de la familia universal de Dios. Todos los cristianos verdaderos llegan a ser sus hermanos en Cristo. Estas personas son la sal de la tierra, y gozar de su comunión es uno de los gozos de la vida.


15. Es adoptado como un hijo de Dios (Gálatas 4:4-7). El creyente no sólo es un hijo en la familia sino, que además es un hijo adulto. Ya no está bajo obligación legal pero es tratado como una persona madura con todos los privilegios y responsabilidades de un miembro maduro de la familia La gracia podía haber hecho menos que esto; le podría haber librado al hombre del infierno y nada más. "Mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia" (Romanos 5:20).
 

16. El creyente es amado por Dios como Cristo es amado por Dios. No nos atreveríamos a decir tal cosa si no estuviera claramente escrita en la Biblia. Parece demasiado asombroso para ser verdad. Pero allí está en la oración sumo sacerdotal del Señor Jesús: "Y que los has amado a ellos como también a mí me has amado" (Juan 17:23b)
 

"Amado, tan amado por Dios,
Más amado no podría ser;
El amor con que Él ama a Su Hijo,
Tal es Su amor por mí."
Y podemos añadir, "Tal amor sobrepasa el entendimiento."

 

17. El hijo de Dios recibe la vida eterna (Juan 5:24). Vida eterna significa la vida del Señor Jesús. No es algo que el cristiano recibe en el momento que muere; es su posesión desde el momento que cree en Cristo, Y esta vida nunca termina. Es más preciosa que el oro, y todas las cosas que usted pueda desear no pueden compararse con ella.


18. El santo es un heredero de Dios y un coheredero con Cristo (Romanos 8:17). Todo lo que Dios posee será compartido con los Suyos. Parece increíble, pero el creyente más humilde puede decir, "Todo es mío, y yo soy de Cristo, y Cristo es de Dios." Vea 1 Corintios 3:22-23. Si un hombre diera todas las posesiones de su casa por esta bendición, sería completamente despreciable.
 

19. El creyente tiene acceso a Dios en oración (Efesios 2:18). En cualquier momento, de día o de noche, el creyente tiene audiencia con el Soberano del universo. Hombres de este mundo cuentan como un privilegio ser recibidos una vez en su vida por un rey o un presidente. ¡Cuánto mayor el privilegio de los hijos de Dios!


20. El creyente llega a ser el objeto del constante cuidado del Señor como su Abogado y Sumo Sacerdote (1 Juan 2: 1; Hebreos 10:21-22). ¡Qué maravilloso es pensar que Cristo está constantemente trabajando en el cielo por los suyos, haciendo callar al acusador, suplicando por ellos según los méritos de Su obra expiatoria, y administrando gracia a Su pueblo en cada momento de necesidad!
 

21. El cristiano es un sacerdote de Dios (1 Pedro 2:5,9). Él tiene el privilegio de ofrecer sacrificios espirituales, su persona, su alabanza, y sus posesiones. También tiene el indecible honor de anunciar las virtudes de aquel que le llamó de las tinieblas a su luz admirable.


22. El hijo de Dios es un ciudadano del cielo (Filipenses 3:20). Si los hombres del mundo están orgullosos de sus nacionalidades, cuanto más puede el cristiano regocijase en el hecho de que del cielo es su ciudadanía y él esta aquí ahora como embajador del Rey (2 Corintios 5:20).


23. El destino del creyente es ser glorificado con Cristo. De todas sus bendiciones, esta es tal vez la más asombrosa. El destino de cada hijo de Dios es estar con Cristo y ser como Cristo para siempre. La gloria que Dios dio al Señor Jesús como recompensa por Su maravillosa obra de redención, esta gloria Cristo la comparte con los Suyos (Juan 17:22). Esta verdad es tan maravillosa que el lenguaje parece insuficiente para describirla. ¡Pero convierte a los hombres en adoradores!
 

24. Un día el cristiano será manifestado como un hijo de Dios (1 Juan 3:2). Ahora el mundo no entiende al cristiano. No lo aprecia. No sabe quien es en realidad. Pero cuando Cristo vuelva con poder y gran gloria, Su pueblo volverá con Él. Entonces un universo perplejo, que, anteriormente menospreciaba a los cristianos, se dará cuenta de que son en realidad los hijos de Dios.


Y estos son solamente algunos de los tesoros inapreciables que Dios tiene preparados para los que le aman. Por toda la eternidad, Dios estará revelando a Su pueblo las sobreabundantes riquezas de Su gracia por Su bondad en Cristo Jesús (Efesios 2:7). ¡Piense en esto! Dios necesitaría toda la eternidad para revelar los tesoros que Él tiene guardado para Sus hijos. Hasta entonces, lo mejor que podemos hacer es decir con el apóstol Pablo, "Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo" (Efesios 1:3).
 

Seguridad


¿Es posible que una persona sepa que es salva y que va rumbo al cielo? Para contestar esta pregunta, es importante notar que si la salvación fuera por obras, tal seguridad sería imposible. Una persona jamás podría estar segura que ha hecho suficientes buenas obras, o que sus obras fueran suficientemente buenas. Además de esto, debido a que su salvación dependería de la continuación de una vida perfecta, nunca podría tener la seguridad de que podría seguir cumpliendo este requisito.


Los que creen que la salvación depende de su carácter personal o sus buenas obras se contradicen. Podemos preguntar a un hombre, "¿Es salvo?", y es posible que responda, "Estoy trabajando hacia ese fin." En otras palabras, él espera ganar la salvación, no recibirla como un regalo.


Puede preguntar a otro hombre, "¿Va rumbo al cielo?", y él responder "No lo sabré hasta que muera." Él tiene la idea de que Dios va a pesar todas sus buenas obras y todas sus malas obras, y su destino final dependerá de cual de ellas pese más.


Puede preguntar a un tercer hombre, y el responder "Espero que sí," o "Creo que sí," o "Soy tan bueno como los demás." Todas estas respuestas indican que uno está tratando de ganar la aprobación de Dios, y nunca puede estar seguro de ser salvo Pero, puesto que la salvación es por gracia, es posible saber con total seguridad que uno es salvo.


"Por tanto, es por fe, para que sea por gracia, a fin de que la promesa sea firme para toda su descendencia" (Romanos 4:16a). La única forma que Dios podría diseñar una salvación firme para la humanidad es por gracia por medio de la fe. 

 

Salvación por gracia significa que todo depende de Dios y nada depende del hombre. Cuando todo depende de Dios, no existe la posibilidad de fracaso.


Salvación por gracia significa que la vida eterna es un regalo. Una persona sabe cuando recibe un regalo. No queda lugar para las dudas.


La base de la salvación por gracia es la obra terminada de Cristo. Debido a que Él terminó laobra, el hombre no tiene que hacer nada. El hombre simplemente acepta lo que Cristo hizo por él.


Pablo sabía que era salvo. Él dijo, "Yo sé a quién he creído, y esto seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día" (2 Timoteo 1: 12). Vea también Tito 3:5.


Los creyentes de Efeso sabían que eran salvos porque Pablo les escribió: "Porque por graciasois salvos por medio de la fe" (Efesios 2:8).
 

De hecho, las epístolas del Nuevo Testamento siempre se dirigen a los creyentes como si fueran salvos y como si lo supieran.


Para los que mantienen sus convicciones de que la salvación es por las obras, les parece pretensión cuando un creyente dice que es salvo. En verdad, si la salvación dependiera en una mínima parte de lo que el hombre es o lo que ha hecho, seria pretensión decir que tiene vida eterna. Pero puesto que la salvación es según la gracia, no es pretensión. Dwight L. Moody

 

reconoció esto cuando decía, "No me avergüenza decir que soy un hombre convertido, pues ¡no es por mérito propio!"
 

Los que niegan la posibilidad de saber que uno es salvo son los que son culpables de pretensión. Ellos se atreven a contradecir a Dios. Dios dice que es posible saber que uno es salvo (1 Juan 5:13). Ellos dicen que no es posible. Con eso están diciendo que Dios es mentiroso (1 Juan 5:10).


Pero ¿cómo, entonces puede el cristiano saber que tiene vida eterna? ¿Cómo puede estar seguro que es salvo?


La respuesta más breve es que la seguridad de salvación viene por la Palabra de Dios. Cuando Dios diseñó el evangelio de la gracia, quiso que los que confían en Su Hijo sepan, sin sombra de duda que han pasado de la muerte a la vida. ¿Cómo puede lograr esta meta? ¿Cuál será la cosa más segura en todo el universo sobre la cual Dios puede basar esta salvación?
 

La cosa más segura en todo el universo es Su propia Palabra. Si Dios dice algo, tiene que ser cierto. No hay posibilidad de error, falla, o decepción. El cielo y la tierra pasarán, pero la Palabra de Dios no pasará (Marcos 13:31). Es un caso cerrado para siempre. No hay un elemento de riesgo por creer en Dios. Es imposible ser decepcionado por confiar en la Palabra de Dios.


Por lo cual, Dios determinó otorgar la seguridad por Su propia Palabra, la Biblia. En las Escrituras Dios ha dejado un testimonio garantizando de que todos los que creen en el Nombre del Hijo de Dios tienen vida eterna.


"Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna..." (1 Juan 5:13).


En otras palabras, la Biblia fue escrita por Dios para que todos los que creen en Cristo sepan que tienen vida eterna. Si usted confía en Jesucristo como su Señor y Salvador, usted puede saber que tiene vida eterna. ¿Cómo puede saberlo? Porque Dios se lo dice en Su Palabra. Nada puede ser más seguro que esto.


El problema que tienen muchas personas es que prefieren depender de sus sentimientos para saber si son salvas. Piensan que cuando confíen en Cristo, van a experimentar sentimientos misteriosos. Piensan que una sensación caliente va a pasar por sus cuerpos. Esperan que un impulso eléctrico toque sus campanas de gozo. Cuando estas cosas no suceden, estas pobres personas llegan a la conclusión de que no son salvas después de todo.
 

Deben reconocer que la Biblia jamás habla de sentirse salvos. Están buscando algo que Dios jamás prometió. Deben reconocer que los sentimientos son una guía sumamente incierta; cambian de una hora a otra. Tener seguridad de salvación con tales fundamentos no sería digno del Nombre. Deben reconocer que, como dijo el Dr. Scofield, "La justificación transcurre en la mente de Dios y no en el sistema nervioso del creyente." Es un caso cerrado en el cielo y no un sentimiento estimulado por el cuerpo.


Sin embargo, es verdad que a menudo sentimientos de felicidad siguen a la conversión. ¿Quién no estaría feliz sabiendo que es salvo? Pero el punto es que los sentimientos de felicidad no nos dicen que somos salvos. Más bien, el conocimiento de que somos salvos, basado en la Palabra de Dios que no cambia nos hace sentir felices.


El ladrón moribundo no sabía que era salvo por sentimientos de felicidad. Su cuerpo fue atormentado por el dolor. Él sabía que era salvo porque escuchó la voz de Cristo diciendo "Hoy estarás conmigo en el paraíso" (Lucas 23:43). En otras palabras el ladrón basó su seguridad en la Palabra del Señor.


La única diferencia con los creyentes de hoy en día es que ellos no escuchan la voz de Dios de modo audible, Dios habla palabras de seguridad por medio de Su Palabra escrita, la Biblia. Por supuesto la Biblia no es la única manera de recibir seguridad. Mientas uno crece en la vida cristiana, se encuentra seguridad por medio de:


1. El amor por sus hermanos en Cristo (1 Juan 3:14).
2. Un nuevo odio por el pecado (Mateo 6:13).
3. Un nuevo amor por la santidad (1 Juan 2:3).
4. Una sed por la Palabra de Dios (1 Pedro 2:2).
5. Un conocimiento de la guía de Dios, etc. (Romanos 8:14).

 

Pero en el mismo momento que confía en el Señor Jesús, puede saber que es salvo porque la Biblia lo dice así.
"¿Por qué hay dudas y temor,
Si Dios, mi Padre en su amor
A su Hijo entregó?
No puede el justo Juez a mí
las culpas imputar que así
En Cristo él cargó.
Cristo el pecado expió,
La deuda entera canceló,
De los que creen en él;
La ira no me alcanzará,
En el Amado acepto ya,
Y limpio por su cruz.
Pues él mi libertad compró,
Y en el Calvario padeció
La ira de su Dios.
Dos veces no demanda Dios
El pago antes a Jesús
Y ahora el que en él cree.
Mira alma mía al Salvador
Los méritos de tu Señor
Dan paz y libertad:
Cree en su sangre eficaz,
La perdición no temas más,
Pues él por ti murió."
J. Foster

 

Certeza Eterna


Ahora nos corresponde dar respuesta a la pregunta: ¿Puede una persona ser salva y después perderse? Hay los que mantienen que cuando una persona es verdaderamente salva, es salva para siempre.
 

Otros piensan que esta es una doctrina peligrosa que provoca que los cristianos vivan vidas pecaminosas. Ellos dicen que la salvación depende de la vida de uno, y si peca perderá la vida eterna.


Si una persona entiende verdaderamente el evangelio de la gracia de Dios, pronto se dará cuenta que el primer argumento es correcto. El que es verdaderamente salvo, es salvo para siempre. Las siguientes son algunas consideraciones bíblicas que enseñan que el creyente tiene certeza eterna de la salvación:


1. Primeramente, cada hijo de Dios fue escogido en Cristo antes de la fundación del mundo (Efesios 1:4). La elección y predestinación de los Suyos por el Padre asegura su salvación y eterna preservación (Romanos 8:30). También vea Juan 6:37.
 

2. La salvación no depende de lo que hemos hecho por Dios sino de lo que Él ha hecho por nosotros. Depende de la obra terminada de Cristo sobre la cruz. Esta fue una obra completa (Hebreos 10: 12). No se puede añadir nada a esta obra, ni tampoco mejorarla (Hebreos 10:18). Dudar de la certeza de salvación es deshonrar la suficiencia de la obra expiatoria de Cristo. El creyente es acepto en Cristo, no en sí mismo. Por eso su aceptación es perfecta y completa (Hebreos 10: 14). Es eterna como Cristo es eterno.


3. Dios nos conoció totalmente antes de salvarnos. Sabía todos los pecados que cometeríamos. Sin embargo nos salvó. Cuando el Señor Jesucristo murió lo hizo por todos nuestros pecados, pasados, presentes y futuros. La verdad es que cuando Él murió, todos nuestros pecados eran futuros, y Él murió por todos ellos. Entonces, la pena de todos estos pecados ha sido pagada una vez. Dios no demandará un pago doble, primeramente de las manos de Cristo, y después de las manos de los creyentes. Esto sería injusto, y Dios no puede actuar injustamente. 

 

4. Como hemos visto antes, la salvación es un regalo. Dios no da algo un día y trata de quitarlo el día siguiente. "Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios (Romanos 11:29).
 

5. Se habla de la salvación como un nacimiento (Juan 3:3). Cuando una persona se salva, nace de arriba. De allí en adelante es un hijo de Dios (Juan 1:1 2). Ahora, un nacimiento es final y permanente. Una vez que transcurre, no se puede cambiar el hecho. Un hijo puede causar tristeza y vergüenza a su padre, pero la relación de padre e hijo aún existe. Así es con el nuevo nacimiento. Un cristiano puede pecar y entristecer el corazón de Dios, pero Dios sigue siendo su Padre. Esto está claramente indicado en 1 Juan 2:1, "... Y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre." Dios sigue siendo su Padre, aun si pecamos. El pecado de un creyente rompe la comunión con Dios, pero no su relación como hijo de Dios.
 

6. El creyente no puede mantenerse salvo tal como no pudo salvarse en el principio. Cuando los Gálatas trataron de hacer esto, Pablo les preguntó, "¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne?" (Gálatas 3:3).


7. Dios pagó un precio demasiado caro para después abandonar a los Suyos. Dios nos salvó cuando fuimos sus enemigos. ¿Podría acaso abandonarnos siendo ya Sus hijos? "Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida" (Romanos 5:10).


8. Dios promete vida eterna al creyente. ¿Cuánto tiempo significa eterna? Es para siempre. "Y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás" (Juan 10:28). También vea Juan 3:16; Juan 3:36; Juan 6:47. Nunca fallan las promesas de Dios.
 

9. Según Romanos 8:30, todos los que son justificados serán glorificados. Ser glorificado significa ser llevado al cielo, recibir un nuevo cuerpo, y ser sacado para siempre de la presencia del pecado. La glorificación del creyente es tan segura que Dios habla de ella como si ya hubiera pasado, "... a los que justificó, a éstos también glorificó."
 

10. La salvación es un acto que Dios promete cumplir en el creyente. Dios no sólo promete salvarnos, sino también guardarnos. "Es poderoso para guardar... " (2 Timoteo 1: 12). "El que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo" (Filipenses 1:6). "Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída" (Judas 24).

 

11. La preservación del creyente está asegurada por el presente ministerio del Señor Jesucristo como el Sumo Sacerdote y Abogado a la derecha de Dios. Juan 17:1-16 (Cristo ora que los Suyos sean guardados). Romanos 5:9,10, "Seremos salvos por su vida, " esto es, por Su presente vida y ministerio por nosotros en el cielo. Hebreos 7:25, "Viviendo siempre para interceder por ellos." 1 Juan 2:1 "Abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo."
 

12. Nada jamás puede separar al creyente del amor de Dios, "ni la muerte, ni la vida, ni angeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro" (Romanos 8:38-39).
 

13. El Espíritu Santo de Dios vive en el creyente para siempre. "Y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre" (Juan 14:16-17). También vea 1 Juan 2:27.
 

14. También la Biblia dice que el creyente fue sellado por el Espíritu Santo para el día de redención (Efesios 4:30). El Espíritu Santo es "las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida" (Efesios 1:13-14), Esto asegura Su ministerio para el hijo de Dios hasta que finalmente llegue al cielo. Por todo lo anterior, debe ser evidente que el cristiano es "guardado por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero" (1 Pedro 1:5).


Decir que esta es una doctrina peligrosa demuestra una falta de entendimiento del significado de la gracia. También crea la idea increíble de que en el momento que una persona es salva, inmediatamente tiene un fuerte deseo de cometer fornicación, asesinato, y otros viles pecados, y si no está frenado por el temor de castigo, cometería estos pecados. ¿Cuáles son los hechos?


Son los siguientes:
1. En vez de estimular a los hombres a pecar, la doctrina de la certeza eterna de la salvación presenta la razón más fuerte para no pecar, El conocimiento de que Dios ha provisto una completa, libre y eterna salvación da al creyente el deseo de servirle para siempre. El amor es una motivación más fuerte que el castigo. Los hombres, por un sentido de amor, harían lo que jamás harían por el temor. El amor ata el corazón como nada más lo puede hacer. "No hace falta mantener a los hombres en un continuo temor de condenación para hacerles prudentes. El amor es el principio más noble y fuerte de obediencia; un entendimiento del amor de Dios por nosotros incrementaría nuestro deseo de complacerlo" Robinson. Por lo tanto, el cristiano no vive una vida santa para mantener su salvación, sino por amor de Aquel que le salvó. Para é1, es un crimen más grande pecar contra la gracia que pecar contra la ley.


2. Segundo, cuando una persona se salva, recibe una nueva naturaleza (2 Pedro 1:4). En vez de un fuerte deseo de pecar, el cristiano tiene un odio al pecado que nunca tuvo antes. Esta nueva naturaleza no sólo crea en el creyente un horror de pecado, pero también le hace sentirse abatido cuando peca. Tener la comunión resquebrajada con el Padre es una de las tragedias más grandes de la vida cristiana. Es sentir vergüenza por haber dado rienda suelta a lo que causó la muerte de nuestro Salvador. Es experimentar el castigo del amado Padre celestial. Es experimentar pérdida de recompensas en el Tribunal de Cristo (1 Corintios 3:15). Por lo que sólo hasta que el cristiano confiesa y rechaza este pecado puede ser restaurado a la plena comunión con su Señor. Por supuesto un hombre puede confesar ser salvo y después ir y vivir una vida de pecado. No es sólo que comete actos de pecado de vez en cuando, sino que practica el pecado. El pecado es el hábito de su vida. Aquí no es la cuestión de una persona que, siendo salva, después pierde su salvación. Este hombre comprueba por su comportamiento que jamás fue verdaderamente salvo. No es nada más que uno que confesó ser salvo pero nunca experimentó la gracia de Dios. 


Pero para los que han confiado verdaderamente en el vivo y amante Salvador, existe la segura promesa de que Dios los llevará con bien a su hogar en el cielo. Ellos pueden cantar con plena seguridad:


"Mi nombre de las palmas de Sus manos,
La eternidad no puede borrar;
Impreso en Su corazón queda,
Escrito imborrable por la gracia.
Sí, hasta el fin resistió,
Tan seguro como el depósito que me fue dado,
Más feliz, pero más seguro no pueden ser,
Las almas de los benditos en el cielo."


La Respuesta del Hombre a la Gracia de Dios
 

Cuando un creyente comienza a entender lo que la gracia de Dios ha hecho por él, toda su vida cambia. Nunca puede volver a ser la misma persona. Primeramente, está inundado con un sentir de ser indigno. Parece increíble que Dios muestra tal bondad a un indigno pecador. Su sorpresa busca palabras como: 

 

"¿Cómo puedes pensar bien de mí,
Y ser el Dios que eres?
Es como la noche para mi mente,
Pero como el día para mi corazón."

 

Usa las palabras de Rut cuando decía a Booz, "¿Por qué he hallado gracia en tus ojos para que me reconozcas, siendo yo extranjera?" (Rut 2:10).


O exclama con David, "Señor Jehová, ¿quién soy yo, y qué es mi casa, para que tú me hayas traído hasta aquí? Y aun te ha parecido poco esto, Señor Jehová, pues también has hablado de la casa de tu siervo en lo por venir... " (2 Samuel 8:18-19).


O presta las palabras de Mefi-boset a David, "¿Quién es tu siervo, para que mires a un perromuerto como yo?" (2 Samuel 9:8).


O tal vez usa la objeción del centurión, "Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo" (Mateo 8:8).
 

Lo cierto es que el creyente está extasiado con la maravilla de que é1 está invitado al banquete del evangelio.


"Mientras nuestros ojos y nuestro corazón
Se juntan para admirar el banquete
Cada uno con gratitud clama,
Señor, ¿por qué me invitaste?"
"¿Por qué me hiciste oír tu voz,
Y entrar mientras hay lugar?;
Mientras miles niegan escuchar,
Prefieren morir que entrar."

 

Junto con el sentirse indigno hay una convicción de la dignidad suprema del Señor. El que llega a conocer la gracia de Dios inmediatamente cae de rodillas y reconoce que toda la gloria pertenece a Él.
 

"Digno de homenaje y de loor,
Digno de ser adorado por todos,
Tema inagotable de canciones celestiales,
Tú, Tú eres digno, Señor Jesús."


Con esta compulsión de adorar al Señor, el creyente llega a la conclusión de que no queda más que entregarse al Señor, en espíritu, alma, y cuerpo. Canta con nuevo significado:


"Si toda la creación fuera de mí,
Sería una ofrenda muy pequeña.
Amor tan maravilloso, tan divino,
Exige mi corazón, mi vida, mi todo."


Empleando las palabras del apóstol Pablo dice: "El amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos" (2 Corintios 5:14-15).

 

Entiende que la misericordia de Dios demanda que presente a su cuerpo en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios... su culto racional (Romanos 12:1-2). Reconoce que debido a que ha sido comprado, ya no se pertenece a sí mismo, y dice "amo a mi Señor; no saldré libre."


A los ojos que han visto la gracia de Dios, no hay sacrifico demasiado grande. El cristiano considera que el Señor es digno de su intelecto, sus talentos, su juventud, su tiempo, toda su vida. Aun el sufrimiento es contado un privilegio a la luz del Calvario. Después, la gracia de Dios toca la billetera. Tal vez por primera vez, el cristiano entiende que todo pertenece a Él. Ya la pregunta deja de ser ¿cuánto tengo que dar a la iglesia? y llega a ser,


"¿cuánto puedo dar al Señor y a Su obra?"
"Nada que tengo lo considero mío,
Lo tengo por el Dador;
Mi corazón, mi esfuerzo, mi vida, mi todo,
Son Suyos, y Suyos para siempre."


El corazón que rebosa de gratitud a Dios nunca está contento dando lo que sobra, sino determina "No ofreceré a Jehová mi Dios ofrenda que no me cueste nada" (Vea 2 Samuel 24:24).


Otro resultado de la gracia de Dios en la vida del creyente es un gran deseo por la santidad. Porque la gracia de Dios le enseña que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos el debe vivir sobria, justa y piadosamente (Tito 2:11-12). La memoria de lo que sus pecados costaron al Salvador le da un nuevo odio al pecado. Lejos de promover el pecado, la gracia de Dios provee la razón más fuerte para no pecar.


Y más tarde, la gracia de Dios convierte al hombre en un misionero. Ahora está preocupado  por su prójimo. Siente una tremenda deuda para con é1. (Romanos 1:14).

 

La gracia de Dios no sólo convierte al hombre en misionero, también le hace un amante de la Palabra de Dios, la Biblia. Lee la Biblia esperando escuchar la voz de su Amado. Está absorto en el estudio de la Palabra de Dios, como un hombre buscando tesoros escondidos. Estima sus preceptos más necesarios que su propia comida. Explora sus páginas para conocer la mente de Dios tocante a la iglesia, la nación judía, los gentiles, y el futuro profético.
 

La gracia de Dios crea en él el deseo de conversar con Él en oración. La oración deja de ser un aburrido deber religioso, y llega a ser un privilegio,


"Oh, la delicia de una sola hora
Que delante de Tu trono paso,
Cuando doblo mi rodilla en oración,
Y contigo, mi Dios, conversamos, amigo a amigo."

 

Finalmente, el comprender la gracia de Dios mantendrá al creyente en expectativa, esperando el regreso del Señor. La gracia le enseña a buscar la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo" (Tito 2:13).


Y después, durante toda la eternidad, Dios estará revelándonos "las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús (Efesios 2:7).


¡Así es Su gracia! ¡La misma eternidad no podrá agotar el tema!

 

La Gracia de Dios
Copyright 1960
William MacDonald
Edición Español
Copyright 1993
William MacDonald